UN CASO DE DISCRIMINACIÓN
Soy madre, de tres hijos, y me he pasado gran parte de mi vida laboral disimulando “la maternidad” para que no afectara a mi rédito profesional.
Tas años de becaria y contratos temporales empecé a trabajar con un contrato indefinido cuando era madre de mi primer hijo. Este trabajo con una jornada de 40 horas semanales , más numerosas horas extras debido al volumen de trabajo y a la naturaleza del puesto de trabajo, conllevaba una evidentes renuncias en el ámbito vida familiar, pero, en aquel momento sentía que mi esfuerzo estaba compensado porque era valorada y se reconocía mi trabajo.
Esta percepción de mi profesionalidad cambió drásticamente tras mi incorporación de la baja de maternidad de cuatro meses y medio por el nacimiento de mi segunda hija. Durante mi baja por maternidad se contrató a un persona para que me sustituyera. El contrato de esta persona fue prorrogado,con la forma de asistencia técnica, tras mi incorporación, lo que conllevó que pasara a formar parte estructural del departamento que hasta entonces estaba compuesto únicamente por mi, no contando con mi opinión ni informándome previamente de la decisión. ¿Por qué? Había pedido una reducción de jornada laboral de 5 horas semanales.
Me encontré con una situación complicada de gestionar, tenía una nueva compañera que actuaba en solitario, no me reportó si quiera los temas tratados durante mi baja maternal, no compartía información y se comportaba como si yo no existiera. Ella estaba en una situación de poder ya que contaba con el favor de la directora de la institución que la apoyaba y demostraba sin ningún tapujo y el desprecio y rechazo que sentía por mi . Eran las consecuencias de no estar dispuesta para el trabajo al 100% y se consideró mi solicitud como una traición.
El pedir una reducción de jornada por razones de guarda legal de una menor supuso una discriminación por sexo, supuso un vaciamiento de las funciones de mi puesto de trabajo, de cualquier responsabilidad y credibilidad, la situación se invisibilizó durante todo el tiempo por parte de los compañeros/as que actuaban como si no estuviese pasando nada. Esta situación de acoso sostenida durante cuatro años tuvo consecuencias en mi salud mental que me hicieron sufrir una depresión de la que a día de hoy no me he recuperado.
No pude demostrar el acoso ya que durante todos esos años no guardé pruebas ni grabé conversaciones, me limité a sobrevivir con una culpabilidad que terminó por enfermarme . Solo pude conseguir la rescisión del contrato por vía penal al haberse incumplido el Convenio colectivo de la institución ya que, ofrecieron, el nuevo puesto creado de jefa del departamento, a la persona que durante cuatro años me había acosado, sin ni siquiera dejarme postular a mi, y en dicho convenio se recogía la obligación de ofrecer los nuevos puestos de trabajo que se oferteran, en primer lugar, a los trabajadores que estábamos en régimen de laborales indefinidos, como era mi caso.
Me entregaron mis cosas en una caja en la puerta del trabajo, firmé el finiquito en la garita de seguridad y no me dejaron pasar . No he vuelto a poder trabajar en ese ámbito laboral por las repercusiones sociales que tuvo el denunciar a mi jefa de entonces, una persona que actualmente ocupa un puesto de importancia en la Comunidad de Madrid.
Esta es mi historia y la de muchísimas mujeres que en este país solicitan la reducción de jornada para poder conciliar la vida laboral con la familiar.
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